Entre la semana del puente de la Constitución-Inmaculada, la cercanía de las Navidades y los restos de vacaciones y moscosos, se extiende una cierta sensación de provisionalidad, de tiempo suspendido, de que todo queda congelado, a la espera de que el lunes siguiente a Reyes prosiga el estruendo habitual.
Es una falsa calma. Por debajo crece el descontento, y lo hace a pasos agigantados. Detrás del malestar no sólo está la crisis económica -que también- con sus bajadas salariales, sino la propia actitud de Osakidetza vendiendo mucha imagen en la prensa y escondiéndose cuando se trata de negociar y dar la cara frente a los sanitarios, que conocemos muy bien la tramoya que -a duras penas- sostiene los decorados.
Las crisis económicas generan descontento, sobre todo cuando las dificultades se quieren solventar mediante la propaganda (hacia el exterior) el autoritarismo (hacia el interior) y la imposición desde el Boletín Oficial. Osakidetza ha emprendido esta dirección y en el camino ha perdido hasta las formas.