Chicas para todo

Ya se sabe. De vez en cuando los niños se ponen enfermos y acuden al centro de salud. También solicitan nuestros servicios -para qué nos vamos a engañar- cuando no están realmente enfermos, aunque presenten solamente algún pequeño desarreglo y, por si acaso …. Pero vamos al grano, que es lo que importa. El caso es que, por fas o por nefas, nuestros retoños atraviesan diariamente el umbral del centro de salud, acompañados generalmente por un (más o menos preocupado) ascendiente y se encaminan a la consulta de Pediatrí­a o de Medicina de Familia, según hayan cruzado o no, la delgada lí­nea roja de los 14 años. Hasta aquí­ todo normal.

Habiendo disminuí­do drásticamente, como es bien sabido, el número de aquellas sufridas profesionales de la casa que respondí­an a la clasificación de «sus labores» y no estando siempre disponibles (porque no pueden áo porque no quieren, que es su derecho!) las abuelas y los abuelos, he aquí­ que muchos de los pequeños pacientes que nos ocupan, llegan conducidos por un progenitor que, las más de las veces, debe faltar un tiempo a su trabajo y pide, con toda la lógica del mundo que se le expida un justificante a presentar en su empresa, no vaya a ser que, tal como están los tiempos, le descuenten de la nómina el tiempo no trabajado.

Mientras espera turno para la consulta, nuestro progenitor se dirige al mostrador de admisión y solicita el oportuno justificante de asistencia al centro. Allí­, en las pantallas del ordenador, está registrada la cita de su criatura, con el dí­a y la hora de la consulta, por lo que nuestro confiado protagonista exhibe el DNI para justificar su relación con el enfermo. Cuando desde el personal administrativo se le dice que no es el sitio adecuado y que pida el justificante en la consulta, no puede evitar una mueca de sorpresa, pero como no quiere meterse en asuntos ajenos, vuelve pacientemente a su asiento. En esto, atisba a la enfermera, (ya la conoce de una vez que vino a casa), y, ni corto ni perezoso, se dirige a ella para asegurarse de que no fallará la obtención del justificante de marras. Con una sonrisa, la enfermera le tranquiliza diciéndole que, una vez en la consulta, el médico se la extenderá. Nueva sorpresa (con una pizca de inquietud) pues al sufrido demandante le parece un tanto extraño que sea el médico quien le tenga que extender estos papeles de pura burocracia, habiendo, como puede comprobar, un nutrido servicio administrativo. Finalmente, realizada la consulta, la facultativa (es más probable que sea chica, por eso utilizo el femenino) le extiende el ansiado papel; no lo hace por gusto, pero tampoco va a dejarle en la estacada…… la profesión manda.

Y el cuento no termina aquí­. Extrañada, mosqueada y un tanto indignada, la facultativa del relato se dirige a la Dirección, donde le confirman que este papeleo no incumbe a los administrativos (casi le tachan de tonta porque no entiende la lógica de este hecho); es asunto -le dicen- de la consulta, donde la enfermera (o enfermero) expedirá el justificante solamente si quiere hacerlo; pero el médico tiene obligación de hacerlo.

Esto no es un cuento; sabemos el centro de salud y la comarca donde han tenido lugar los hechos. Sin duda, ocurren en más sitios, porque los médicos de familia y los pediatras de AP hemos conocido y sufrido situaciones parecidas. Nada digo de los hospitales, porque allí­, estas situaciones ni se conocen ni se conciben, pero quién sabe ……

Al hilo de la narración, se me ocurre que los hechos puedan ser la plasmación de consignas que oí­mos continuamente en boca de nuestro Consejero.

«No más médicos, sí­ redefinir competencias» (Ya vemos cuáles)

«Hacer más con menos» (Si los médicos podemos con todo …..)

Hace años que hablan y hablan de desburocratizar la Atención Primaria, pero parece (tontos de nosotros) que estamos equivocados: se deben referir a desburocratizar los servicios administrativos.