Reclamaciones de guardias. El final de un espejismo

Diez años ha durado el recorrido judicial de las guardias. Una década y toneladas de papel que han vuelto a dejar la cuestión en el punto de partida, a saber: las guardias son trabajo, y en su caso, trabajo extraordinario, pero nada legal se opone a que esas horas extraordinarias se paguen al precio que marca el Complemento de Atención Continuada.
Decepcionante, pero descarnadamente real.
Un rápido repaso a los hitos principales: La demanda del SIMAP (1998), y la Sentencia del Tribunal de Luxemburgo (2000), abren una puerta prometedora. La Sentencia del TSJ del País Vasco (2003) seguida del Recurso ante Tribunal Supremo (2004) que la ratifica y da firmeza, hacen brotar un exagerado optimismo (que se demostró ilusorio) sobre un final positivo, si bien, por el momento, las demandas individuales estaban paralizadas por un conflicto sobre jurisdicciones (Social vs Contencioso).
Solucionado este asunto por la Sala de Conflictos del Tribunal Supremo (2007) se reactivan las demandas, que piden, primero a los tribunales provinciales y luego al TSJ, que profundice en su sentencia anterior, dictaminando lo que parece su derivada lógica; que la guardia, como hora extraordinaria que es, hay que pagarla a un precio acorde con su naturaleza. Aquí se cierra el círculo, pues todos los tribunales provinciales y el Superior del País Vasco, deniegan esta pretensión.

Esta narración afecta a los facultativos de régimen estatutario o funcionario, que son la mayoría de quienes formamos el Servicio Vasco de Salud. En el caso de los médicos de régimen laboral, tanto los que trabajan para Osakidetza, como para otras empresas, la situación no es la misma.

Tanto esfuerzo y tan magro resultado, demuestran con claridad que no podemos esperar la redención laboral desde los tribunales de justicia; que el trabajo de los médicos y su retribución (como en cualquier otro sector) es un asunto de «toma y daca», de oferta y demanda, de presión y negociación; un asunto, en definitiva en el que hay que mojarse, asociarse, comprometerse y arriesgar, Quedarse agazapado a verlas venir, quejarse amargamente por los pasillos y moverse en círculos reducidos hipersensibles a las diferencias, son receta segura para no llegar a ninguna parte.